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Capítulo 2

Damakos se preparó para saltar en el momento preciso. Al oír como se abría la puerta de oro y entraban en tumulto los guardias se precipitó hacia el suelo. El saco al toparse contra la hierba del jardín hizo ruido, por suerte del joven tiflin no pudo ser oído por los guardias que con tanto sonido de pasos y chillidos que hacían no lo percibieron. Con la espada corta empezó a cortar ramas de uno de los setos del lado izquierdo del jardín de ese terreno para poder salir de allí. Al ver que los guardias se detenían en la entrada principal de la mansión para abrir la puerta con un arriete se tenía que dar más prisa. Cuando hubo abierto la abertura para pasar, uno de los soldados lo vio y dio la orden de capturarlo. Como no eran inteligentes en vez de ir por ambos lados, solo lo persiguieron adentrándose en el jardín. Gracias a este plan, el pícaro salió a la parte exterior y estuvo corriendo todo lo que pudo entre las calles del barrio escapando de los guardias. Corriendo pasando mansiones cada vez más grandes llegó a la puerta de la muralla que protegía el castillo. El foso de noche aparentaba ser tranquilo pero ya sabía que no era así. El puente levadizo se encontraba recogido y a sus lados tenía dos teas encendidas para iluminar a quien quisiera entrar de noche. Soldados de armadura completa paseaban entre las torres por la muralla para vigilar de peligros. Los guardias descerebrados que le perseguían en vez de ir todo recto desde la mansión hasta él, estaban girando por las mismas calles en fila con las antorchas encendidas por lo que iluminaba gran parte del lugar. No le quedaba más opción que entrar en la mansión que había marcado por la más lujosa de todas ellas. El mismo edificio ocupaba lo mismo que cuatro de la que había entrado antes. Forzó la cerradura de la verja y la cerró lo más rápido y silencioso que pudo. Atravesó la calzada hasta llegar a la puerta principal situada a cinco escalones de diamante del suelo. La puerta tenía decorados de flores con hojas y ramas. A ambos lados, dos árboles de oro estaban grabados. Dos pomos de aro para tirar de ellas tenían la cabeza de un dragón también de oro con ojos de esmeralda. Con sus herramientas para forzar las cerraduras, le costó tres intentos en abrir la puerta de plata por el diseño intrincado de su cerradura. En su interior la cerró con tal fuerza que retumbó el eco del sonido por toda la casa. Todas las antorchas y velas de lamparas se encendieron a la vez con solo notar su presencia. Y lo que vio le dejó asombrado.


Un reluciente piso de mármol blanco con hileras de columnas a los lados, una gran escalera que llevaba al siguiente piso de lo que podía identificar de plata. Tocando las paredes había numerosas mesas con objetos flotantes entre los que se podían encontrar vasijas, jarrones, varas, varitas, cetros, símbolos sagrados, orbes. Además en algunas mesas vacías se encontraban sillas de madera lujosa adornadas con diamantes, rubíes y esmeraldas; estas tenían un baño de oro lo que las hacía más valiosas. A ambos lados había dos puertas que él pudiera ver. En la planta desde la puerta principal se extendía una alfombra roja que subía la escalera. A ambos lados de esta había dos armaduras de piedra sin rostro alguno que sujetaban en sus manos la empuñadura de una espada majestuosa. La punta de la espada estaba separada del suelo por un orbe que lo sujetaba. El orbe que sujetaba la estatua de la izquierda era rosado y el de la derecha dorado. Damakos se dirigió primero al de la izquierda. Se agachó, observó si había alguna trampa pero no vio nada y lo cogió. Al separarlo de la espada, activó una trampa mágica que hizo que la estatua moviera la espada hacia adelante dando al pícaro un corte en el pecho. Al parecer este ataque casi lo mató pero podía levantarse. Se arrastró por el suelo hacia la primera puerta del ala oeste de la casa. Se volvió para meter la esfera en el saco y vio que estaba dejando un rastro de sangre. Tenía que encontrar pronto algo para curarse, se dijo así mismo. Se incorporó con dificultad pero logró ponerse de pie. Jadeando entró en la estancia que se iluminó al instante. Por las cacerolas, sartenes, hornos, mesas largas con comida, y cubiertos de lujo determinó que había entrado en la cocina. Allí observó que comparado con la vajilla de la anterior casa esta era de sueño. Todo lo que se utilizaba para cocinar era de plata pero para comer era oro con incrustaciones de joyas de todo tipo diminutas en el mango. Cogió diez de ellos y los otros que cogió en la casa anterior se los puso en el cinto para usarlos como dagas hasta que pudiera obtener alguna. Cogió también algunas de oro con joyas. Antes de irse investigó si había alguna poción que le permitiera sanar sus heridas pero fue en vano y se fue de la cocina. Desde su nuevo punto de vista a esa parte del piso vio una puerta continua a la de la cocina y una abertura en las escaleras que parecía dar a unas escaleras para bajar a una cavidad. Se dirigió primero a la puerta adornada con matices dorados, al abrirla se encendió la luz de la lampara y las antorchas y vio una habitación más grande que la propia cocina llena de armarios. Una gran cama con doseles de seda rosa; los armarios estaban abiertos en los cuales se veía ropa lujosa de mujer mezclada con túnicas y ropas de maga además de calzado que hacía juego con cada vestido. Por el suelo había además una gran cantidad de ropa que al parecer fue rechazada junto a joyas. La cama estaba también llena de ropa y deshecha. Damakos pensó en “tomar prestadas” unas cuantas joyas pero en un tocador junto a la ventana descubrió algo mejor. Un cofre de oro macizo rectangular con lineas de platas que formaban dibujos en los cuales les daban color gemas de diferentes tipos. Fue a abrirlo manualmente pero estaba cerrado con llave. Inspeccionó la caja buscando la cerradura pero no la encontraba por ninguna parte. Al darle la vuelta al cofre, por la parte de abajo tenía grabado en plata dos dragones mirándose, los ojos de la izquierda eran de esmeraldas y el de la derecha de rubís. En medio de ellos había una abertura que era la que buscaba para abrirlo. Investigó antes de que no hubiera algún tipo de alarma que alertase de su presencia una trampa fuera de la caja que se activará al abrirla. La empezó a forzar con su instrumental y nada mas meter las agujas en la abertura, de los ojos de ambos dragones empezó a brotar humo rojo y verde dando forma a los dos dragones. Damakos se echó hacia atrás para alejarse de los dragones. Estos se abalanzaron sobre él con la boca abierta enseñando sus dientes afilados. Al chocar contra la cama, la zona que tocó el humo se derritió. El tiflin al ver el resultado que había ocurrido, dedució que era una trampa mágica del interior del cofre que solo se activaba al forzar la cerradura sin tener la llave. Volvió donde la caja e intentó abrirla de nuevo. Esta vez no hubo ninguna trampa mágica que se lo impidiera. Las joyas que había dentro eran de metales preciosos con muchísimas piedras preciosas. Había de anillos, pendientes, collares, pulseras y tobilleras. Para quitar tiempo cerró la caja y se la guardó en la bolsa que llevaba. Salió del habitáculo y fue hacia la abertura de la escalera que tenía enfrente. Se imaginaba que debía haber una trampa, así que cogió una de las sillas que había en las mesas y la lanzó al arco. Nada más que pasó, al instante de detectar el objeto saltó la trampa. Salió del techo y del arcó cinco guillotinas de acero que destrozaron la silla en un momento. El pícaro empezó a sudar de alivió al saber que no ha sido él quien ha acabado destrozado. Palpó la pared en busca de algún interruptor que la desactivase. Enseguida detectó unas finas lineas desapercibidas al lado del arco, que al empujar hacia dentro se hundió el interruptor. Se oyó un clic y con una pata de la silla destrozada comprobó que la trampa de la puerta estaba desactivada y pasó adentro.


Las escaleras estaban pegadas a la pared en muy poco espacio de la gran cámara que era el lugar. Debía tener como mínimo 50 metros de largo y 30 de ancho. A ambos lados había enormes toneles de bebida que se repartían a lo largo del lugar y que ocupaban casi todo el espació salvo un pasaje entre ellos. Damakos desde arriba vio una estatua de piedra de lo que parecía una mujer con armadura que sostenía una espada de hoja delgada y una empuñadura que tenía la misma delgadez. Pero a diferencia de la estatua, la espada parecía real. Bajo las escaleras con cuidado por si había algún escalón falso que le hiciera caer y, teniendo en cuenta su estado de salud, matarlo. No detectó ninguno en su bajada por lo que llegó a estar a salvo. Fue caminando pasando entre los gigantescos barriles y leyendo las etiquetas de lo que contenían. Las primeras que leyó eran de cerveza, vino y toda clase de licores con magia. Había vinos, que con gran grado de alcohol, podía despejar la mente para que no sufriera los efectos de otras bebidas. Otras bebidas quitaban el sueño, venenos, enfermedades. Entonces percibió la que necesitaba, cerveza curativa, que con tomarla te curaba todas las heridas pero te dejaba algo ebrio. A cada lado de las barricas de bebida había un número de botella y un cazo para probarlas. Cogió el recipiente, abrió el grifo del barril y lo llenó hasta casi al borde. Al beberlo de un tragó sintió un leve calor que iba por todo su cuerpo y al final su cuerpo y su salud estaba perfectamente. Las heridas habían desaparecido pero el traje tenía las rajas de las armas. Cogió cinco botellas, las llenó hasta arriba de esa bebida y las guardó en el saco. Siguió hasta la estatua y la observó cuidadosamente. En la base de la estatua había una placa que citaba: “ Solo los que tengan honor obtendrán la espada. Si se obtiene sin honor será castigado con la muerte”. Habiendo leído esto se percató que debía tener algún elemento que le permitiera activar la trampa examinando la persona. Fue observando mejor la estatua. Un rubí rojo romboide en la frente el cual parecía mágico parecía vigilarle pues se vio reflejado en el. Detrás de la estatua percibió un finísimo hilo tenso que partía de esta a las filas de barriles de ambos lados. Así que era esa la trampa. La persona que robara la espada viéndole la joya, soltaría o rompería el equilibrio del hilo que haría romper todas las barricas ahogando a la persona en bebida en un momento. En un momento se le ocurrió que para no le afectase la trampa, tendría que arrancar el rubí de la estatua sin tocar la espada. Usando su espada corta, extrajo de la frente el rubí. Sin la piedra mágica ya no podía activarse la trampa. Con ambas manos arrebató la espada a la estatua y se quedó mirándola. La hoja tan delgada pero robusta y la delgadez del mango, dedujo que era una katana. Nada más que la sujetó con una sola mano le pareció lo suficientemente ligera para matar. En ese momento la hoja se prendió en llamas y en el mango aparecieron unas marcas que dieron lugar a unas palabras: Fuego de Fénix. Se echó hacia atrás del susto que le produjo. Tener una espada mágica le provocó una gran excitación pues podía causar más daño a sus enemigos con el fuego que emitía el objeto. Pero no podía llevar tal hoja en llamas pues llamaría la atención. La estatua de la mujer empezó a brillar y transformarse en una vaina oscura con piedras preciosas que las entrelazaban hilos de oro; el tamaño era perfecto pues llegó a la conclusión que era la funda en la que debía guardarse la katana Fuego de Fénix. La desaparición de la mujer guerrera no activó la trampa y además ahora se podía ver con toda claridad el hilo todavía tenso. Se metió el rubí en el bolsillo del pantalón ya que le podría ser útil cuando sepa como utilizarlo. Salió de aquella gran bodega a la planta baja.


En el vestíbulo se dirigió a la primera puerta de la derecha. Al encenderse las luces descubrió la Sala de Reuniones. Una gran mesa larga llena de pergaminos escritos, vacíos, libros amontonados, plumas y botes de tinta. A los lados de la sala había grandes estanterías repletas de libros y pergaminos con letreros de distintas secciones: mapas de ciudades, de comarcas, de edificios, de reinos, ruinas; en una era relacionado con hechizos de destrucción, daño, maldiciones, espionaje, fortuna, también entre ellos estaba uno para convertirse en lich (al ser hechizos en pergaminos si se realizan se destruye las instrucciones al contrario que en los libros de conjuros y de rituales de los magos); otro apartado era de lugares donde se hallan objetos mágicos. Cogió Damakos el hechizo para convertirse en lich y uno para destruir edificios. Ojeó los que había encima de la mesa y no le gustó nada lo que vio. Ordenes de ejecución de todo el barrio que había al exterior de la muralla para arrasar con sus hogares y apoderarse de todo el espacio que ocupaban para expandir sus terrenos y adquirir más tierras. La hoja tenía todas las firmas del consejo y faltaba la del rey. Indignándose por los planes que tenían, la cogió y los guardó hasta que pudiera quemarlos. En otros royos estaban abiertos vio algo interesante. En uno había una lista de objetos que eran necesarios para conseguir el objeto llamado “El Hacha de los Muertos Vivientes”. De los siete que había, uno era la katana Fuego de Fénix y estaba tachada. El otro era una lista de gemas mágicas en estatuas guardianas y como funcionan. También eran siete y el rubí, que se encontraba tachado el nombre, describía que servía para saber si una criatura era buena o mala mirando a través de la piedra apuntando al objetivo. Se guardó el último documento con los demás en el saco. Salió de la sala pensando en una cosa; destruir aquella mansión por los horrores que iban a cometer. Para realizar tal cosa necesitaría una gran cantidad de un elemento explosivo. Entonces se le ocurrió un plan. Podía reventar los toneles de bebida de la cámara que hay bajo el suelo para que inunde casi todo el espacio que hay y haciendo un rastro de cerveza o de vino que sea muy fuerte hasta la entrada, podía encenderlo para que fuera directamente y le de tiempo de escapar. Cuando pasaba ante las escaleras se dio cuenta de dos cosas. Necesitaba virotes de ballesta para activar a distancia la trampa y coger el orbe dorado de la segunda armadura. Como sabía que nada más tocarlo se activaría la trampa, cogió una pata partida de la silla que tiró contra las cuchillas y tumbandose en el suelo para que no le de la espada movió la esfera. Con el toque la desplazó en medio de los pies. La trampa se activó y no le dio por poco pero el movimiento partió la pata por la mitad impidiendo que no la pueda usar de nuevo. Con la situación actual de la esfera no podía arriesgarse a cogerla con la mano, se le ocurrió utilizar su nueva katana para ello. Al desenfundarla las llamas rodearon la hoja pero a su portador no le daba calor ni daño. Por el lado derecho tocó el objeto y lo arrastró hacia él. Volvió a meter la espada en la funda, cogió el orbe dorado y lo metió al saco también. Ya le empezaba a pesar aunque lo tenía casi completamente lleno. Ahora subió las escaleras para descubrir la armería de la familia. La encontró fácilmente girando a la derecha en la primera puerta. En su interior descubrió toda clase de armas básica sin poder mágico por estantes en las paredes y en el centro un lugar con marcas que eran límites en los entrenamientos marciales. De armas cogió 30 virotes de ballesta de mano de repetición que serían seis cartuchos con cinco municiones en cada uno. Además cogió unas diez dagas y se las colocó en el pecho en lugar de los cuchillos que pretendía utilizar. Estos los guardó también en la bolsa. Con todo ello salió de la estancia y bajo las escaleras principales para regresar a la bodega. Volvió a bajar para recoger bebida en una botella. De todas las bebidas la más fuerte era un vino eladrín cuya especialidad era eliminar todo cansancio y tener energía para todo durante veinticuatro horas sin desfallecer. Volvió de nuevo a la entrada de la bodega y en el arco de la puerta sacó su ballesta y le puso una carga. Apuntó cuidadosamente al casi imperceptible hilo y disparó. La flecha rompió el hilo haciendo estallar todos los barriles al momento e inundando todo el hueco hasta alcanzar el principio de la parte de arriba de las escaleras que subían al hall. El panorama era el sueño de cualquier ser alcohólico, toda clase de bebida mezclada. Un solo trago de aquel líquido, acabaría con una vida en un momento o estaría completamente borracho por ser el licor más fuerte que se haya visto. Destapó la botella y empezó a echar la bebida desde la entrada de debajo de las escaleras hasta la entrada. Abrió la puerta, encendió unas chispas sobre el líquido con su pedernal y acero ya que las antorchas siempre ardientes no quemaban ni transmitían calor alguno y tampoco quería utilizar a Fuego de Fénix solo para eso ya que tendría prisa para escapar y no podría envainarla de nuevo. Cuando el fuego se fue extendiendo por el río de licor, Damakos salió corriendo por el jardín todo lo que podía hasta llegar a la casa de enfrente. Con prisas forzó la cerradura de la verja y después con la puerta principal. Nada más entrar cerró de golpe la puerta y entonces se oyó una gran explosión que hizo temblar la tierra. Los cristales de las ventanas se rompieron con el estruendo, el pícaro se protegió debajo de una mesa para que no le cayera encima ninguno. Pero lo que si le dificultó la seguridad fue que trozos de piedra de la mansión destruida cayese a través de los ventanales rotos cerca de su situación. Salió de debajo de la mesa en la que se había refugiado con suficiente tiempo para que no le aplastase una piedra de un metro de ancho y dos de largo. Fue sorteando con movimientos y saltos varias piedras más que cayeron dentro. Cuando ya no cayeron más fragmentos salió fuera.


Un gran incendio brotaba de lo que ahora los escombros de la magnifica mansión. Todos los guardias que le perseguían se centraron en el fuego y se olvidaron de él. Además a la derecha de su posición, donde estaba el puente elevadizo para entrar a los terrenos del castillo, ocurrió lo que deseaba. La apertura de la puerta. Aún así sabía que si la abrían alguien tenía que salir y eso pasó. Una gran muchedumbre de nobles, hombres mujeres tanto gordos como delgados, salieron a toda velocidad de la fiesta a ver lo que había pasado. El tiflin andaba ligero hacia ellos y se fue mezclándose entre ellos yendo en sentido contrario hacia el interior de la muralla. Tenía la certeza que había pasado desapercibido solo por ser de noche y que tenían ese asunto urgente pues que pronto se oyó un grito de terror del que se supo que debía ser el gran noble dueño de la mansión destruida por completo. Para que no le descubrieran tenía que hacerse aparentar noble, por lo tanto cogió de uno de los hombres que corría por el cuello y le pinchó con la espada corta, mejor para este tipo de acción, diciéndole que no advirtiera a nadie o sería su fin. Caminaron hacia atrás hasta llegar a un arbusto que les podía ocultar. Cuando parecía que nadie podía verlos ocultos en los matorrales, le quitó el traje y le rebanó el pescuezo. Mientras se desangraba el noble, lo colocó lentamente sobre la hierba ocultando el cuerpo entre los arbustos. Al ser el noble gordo utilizó el saco para fingir barriga y así poder pasar sin que nadie se fijase en lo ancho que realmente le venía el traje. Se lo puso y se dirigió a la entrada del castillo atravesando los terrenos.

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