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Capítulo 1


Un joven tiflin llamado Damakos se reunió en una noche de verano con su mejor informador en la vieja mansión abandonada del barrio pobre, el comercial, de la ciudad de Andado.


Desde que nació no ha conocido en esa ciudad más que pobreza. La clase baja que eran los comerciantes apenas tenían para vivir y los que ganaban dinero era por falsificar objetos y timadores. La gente noble vivía al margen de ellos en sus lujosas mansiones, rodeando toda su zona con un gran muro que doblaba la altura de cualquier casa de la clase baja. Dentro de ese barrio se hallaba el palacio del rey cuyo comportamiento solo era bueno con la gente adinerada y solo atendía a la gente fuera de esa gran muralla para pedir una gran cantidad de impuestos que cada año aumentaba. Damakos sabía que la gente ocultaba gran cantidad de dinero en sus casas que los guardias no sabían. Lo cierto era que los guardias solo patrullaban ese barrio mientras que en la zona rica solo estaban en el castillo. El rey ponía como guardias a los más agresivos y fuertes de la ciudad pero de escasez de inteligencia.


Para un tiflin ya era duro sobrevivir en una ciudad a no ser que hiciera algo que le hiciera ganar el respeto autentico de los demás dejando aparte su aspecto. Pero en Andado, solo había un tiflin, y era él. La gente no le respetaba, si comerciaba con algún objeto le trataba formalmente pero no como un amigo y por ello nunca pudo ganarse la vida honradamente. Con ello solo pudo hacer algo para sobrevivir, ser un pícaro. Esa clase de vida le conllevaba a robar a otras personas, convencer a otros por la fuerza incluso llegar a asesinar. Pero no era generalmente solo eso. Algunas personas en la clandestinidad se citaban con él para que cumpliera “trabajos especiales” para ellos incluyendo venenos. Su hogar donde vivía era en una cripta del cementerio de un noble que se accedía bajando escaleras de un mausoleo. Allí sacó los esqueletos y los destruyó sustituyéndolos por unos huesos falsos que colgó en las paredes. También poseía cosas que robó con mucho cuidado pues eran grandes, un sofá para tres personas, estanterías con libros, mesa para realizar venenos, cuadros, algún tapiz, alfombras y puso además antorchas siempreardientes para tenerlo siempre iluminado.


Todos los tesoros que cogía los vendía en secreto y las monedas las guardaba en compartimentos secretos dentro de su cripta pues ocultó con piedras las otras cámaras con sarcófagos de piedra. Pero a pesar de todo debajo del ataúd de madera aconchada donde dormía se hallaba otra trampilla que accedía a una sala que conducía a un salvoconducto para escapar en caso que le siguieran y encontrasen su hogar. Para impedir que la familia del mausoleo se acercase allí tuvo que matarlos en una noche y esconder sus cuerpos fuera de la ciudad bajo tierra. Desde entonces vivía allí con trece años consiguiendo estafar a todos los que podía y ocultando riquezas aparte de robar, matar, envenenar y otros trabajos que se le daban bien.


En la mansión que los ladrones realizaban acuerdos entre ellos, se reunían con clientes o intercambiaban información, Damakos esperaba en el hall a aquel que le tenía que traer noticias a cambio de un pago. Pero esa noche el pago será diferente. El mediano llegó por la entrada oculta del retrato del último dueño de esa casa que según una vieja leyenda murió descuartizado y las partes no fueron encontradas por completo por lo que cualquiera puede hallar el cráneo u otros huesos en esa casa. El joven mediano era un buen espía y ofrecía información a cambió de información. Siendo como era no le era difícil colarse en sitios o pasar desapercibido entre la multitud. El chico se le acercó y le comunicó que en el plazo de un año, el rey casaría a su hija con un príncipe de una región cercana que además estaba comprometido con una de las jóvenes más ricas de la ciudad. Se ha roto el compromiso con ella y ahora se planea la boda para principios del verano. Le preguntó al informador si alguien sabía de esta noticia y le contestó que nadie más lo sabía que era muy fiel a su servicio con él. Aún diciéndole esto, Damakos sabía que le engañaba pues otros le daban más dinero que el que le daba él por la información completa y darle a él lo básico. Hace poco tuvo un intercado al robar una casa pues dos bandas también lo sabían y al final no se pudo llevar nada por el peligro que corría su vida. Al final de esa noche solo 2 miembros de cada banda de 10 personas sobrevivieron al combate, habiendo destruido en ello varios objetos de gran valor. El joven le pidió sus honorarios por el servicio acometido. Le dijo que por supuesto le daría una gran recompensa por las noticias que solamente le daba a él. El mediano detectó un tono de ironía en su voz y retrocedió a la salida. Damakos no tardó en lanzarse contra él. Sacando a gran velocidad su espada corta que llevaba en el cinturón le rajó el pecho. El joven chilló de dolor y le preguntó el por qué le hacia eso después de tanto tiempo ofreciéndole información. Le explicó que desde hacía algún tiempo sabía que compartía con otros la misma información incluso más detalles si pagaban más por ello desde el error que cometió al enviar a él y otras dos bandas a desvalijar una casa la misma noche. El mediano lo miró con terror. El tiflin le comentó que no le mataría rápidamente si no que le haría sufrir. Diciendo esto, hundió en la herida que le había hecho antes la espada y le rasgó la carne. El chico chillaba de dolor mientras le sacaba el intestino delgado desde las entrañas para mostrárselo y después colgarlo de la lampara de la habitación. Con este acto murió en un gran charco de sangre el traidor. Para asegurar que otros que lo vieran pensasen dos veces las cosas antes de engañarle, le hizo su marca y le sacó los ojos dejando cada uno en los puños del cadáver. Salió de la mansión por otro pasadizo mientras escuchaba a gente golpear la puerta para entrar alertada por los chillos del mediano.


Según la ley del rey, solo los soldados podían estar de noche en las calles y todo aquel que se asomara o estuviera fuera de los edificios y fuera pillados por ellos, tienen la orden de matarlo al instante. Damakos se subió al tejado de una casa nada más salir del pasadizo para que no lo pillaran los guardias. Pero lamentó que con el acto que ha llevado a cabo a esas horas de la noche, la gente cercana a la mansión saliera y otras que se asomaran a ver que había ocurrido. Veinte soldados llegaron desde distintas calles a la puerta principal, donde gente intentaba entrar golpeando la puerta. La mitad de los soldados sujetaron sus lanzas con las dos manos y sin pensar en nada más que matar se abalanzaron sobre ellos sin darles una oportunidad de defenderse ni huir a sus casas. Aquellos que se asomaron a las ventanas cayeron al suelo de la calle o al interior atravesados por flechas de los soldados que quedaban. Después cogieron los cuerpos inertes de la gente y se los llevaron al cuartel para enterrarlos en fosas comunes en el campo fuera de la ciudad. Trece personas contando hombres, mujeres y niños murieron en el ataque. Desde lejos el tiflin vio como se reían y sonreían por el entretenimiento que han tenido con el ataque. Entonces dijo para sí que algún día las cosas cambiarían. Cuando los soldados hubieron desaparecidos, bajo del tejado y se volvió a su hogar en el mausoleo pensando quien podría ser su próximo informador.


Durante los días siguientes siguió investigando por su propia cuenta poniéndose en peligro varias veces. Pero al final valió la pena. Sus sospechas sobre los rumores que había sobre la princesa eran ciertos. Una mujer cuyo traje era el mismo que el de la princesa burlaba la guardia y escalaba el muro con tal facilidad desde los tejados de las mansiones más cercanas. Iba a varias casas abandonadas y allí realizaba operaciones de compra venta de pociones y objetos. Durante uno de esos viajes pudo ver el rostro de esa mujer y así supo que era realmente la princesa salvo por los ojos oscuros y de pupila blanca que tenía. Días después se oía nuevos rumores sobre un cambio radical en el rey, como si no tuviera voluntad propia. Todas las decisiones que conllevaba enriquecer a la nobleza y a la corona eran aceptadas dando igual si las medidas eran crueles. En cambio las decisiones que eran peticiones para mejorar la vida de los comerciantes y familias de esa zona las rechazaba. Se contaba que tenía que consultar a su hija todo lo que hacía por si cometía algún fallo. Además el prometido iba a visitarla continuamente a palacio hasta que se instaló definitivamente.


Durante los siguientes meses traían objetos para la decoración de la boda y por supuesto la gente contratada eran de otras regiones. El rey por consejo de su hija subió los impuestos hasta una cantidad que dejó en la ruina la mayoría de los ciudadanos que vivían con el comercio. Durante ese tiempo, Damakos solo pudo robar lo suficiente para vivir pues hubo una gran cantidad de soldados ya entrenados y por supuesto mucho menos inteligentes. En una escapada al barrio de los nobles tuvo que ocultarse en un carro para poder entrar y salir sin que le vieran. En su interior esperó a la noche para salir y por lo que pudo observar no había guardias en esa zona salvo en el castillo y en el puente que llevaba al interior del recinto. Las mansiones de los nobles menos adinerados eran como cuatro edificios donde vivía la gente humilde pero sin contar que estos eran en pisos dentro del edificio y eso sin contar con los jardines. Las construcciones de nobles más adinerados se hallaban cerca del castillo y ocupaban como cuatro de los que no eran tan ricos como ellos. La situación de los edificios era la siguiente. Aquellos que a pesar de tener título nobiliario no tenía tanta riqueza su terreno estaba al borde rozando la muralla que los separaban del barrio pobre. La siguiente hilera eran los que tenían algo más de riqueza que los anteriores, con casas algo más grandes también y así va siguiendo el complejo hasta llegar a los limites con el foso del palacio que allí estaban los de más alto nivel de nobleza y riqueza. Aunque el tiflin no pudo entrar dentro de la muralla que rodeaba los terrenos del palacio, calculó que tenía que medir el área como cuatro casas de los más ricos. Cuando pudo volver a la cripta donde vivía después de que casi le pillaran volviendo al comercio por los pelos, diseñó en un pergamino un mapa a escala de la ciudad por completo. Al parecer el castillo con su terreno estaba en el centro de la ciudad; la zona de los nobles con sus casas lo rodeaba formando un círculo de un total de cerca de treinta casas. Luego dibujo la muralla con la única entrada-salida que tenía. Y por último dibujó alrededor edificios que eran tiendas y casas de las personas humildes. La única forma de robar la zona rica sería en la boda real pues no habría ningún noble en sus casas.


Cuando llegó la noche de la boda, Damakos había obtenido mucha información valiosa sobre la actividad de la guardia. No patrullarían las calles si no que la vigilarían de cada lado y esquina. El rey contrató más soldados para esa tarea dejando unos pocos en el castillo y los demás en ese barrio para que no molestarán. El último informador de Damakos, sobre los planes de esa noche, tuvo que decirle la información por las malas pues él mismo era el que hacía tratos con la princesa. Lo único que quedaba de él se pudría en la casa que intercambiaba objetos con ella. Cogió su espada corta y una ballesta de mano con diez virotes por si las cosas se complicaban. En la oscuridad de la noche caminó sigilosamente entre las lápidas para poder dirigirse con total exactitud a la zona que necesitaba para escalar el muro. Los soldados encendieron todas las antorchas de la ciudad para ver con total claridad si venía gente. En un edificio de dos plantas que no tenía ni puertas ni ventanas dejaron sin iluminar por lo que le proporcionó al pícaro tiflin una oportunidad de subir al tejado sin ser visto. Aunque aparentemente fuera lisa, él sabía que había huecos ocultos para poder escalarla en caso de emergencia o robo. Pudo escalar fácilmente al tejado y ahí tener cuidado en no resbalar y caerse donde los guardias. Caminando por el tejado llegó al otro extremo del edificio y ahí para continuar tendría que saltar con carrerilla al otro techo. Cuando hubo saltado no pudo coger suficiente impulso pues cayó en medio de la calle y los guardias lo vieron. Con ambas lanzas fueron a atacarle. Damakos utilizó su ballesta para dañar al que tenía delante en el lado izquierdo del pecho perforándole un pulmón por lo que le haría fatigarse. El guardia que le embistió por detrás con la lanza pero el tiflin pudo percibir el movimiento y se apartó a un lado para que la lanza no le diera y pasase por el hombro derecho. Desenvainó la espada corta con la mano que tenía libre, se dio la vuelta y atacó al guardia con una serie de movimientos para tenerlo confundido para cortarle el cuello. Este se llevó una mano a la garganta mientras en el suelo terminaba de desangrarse. Los guardias que estaban en las esquinas ni se enteraban pues solo tenían permiso de atacar aquel que vieran delante suyo. Al guardia que le hirió con el proyectil se lanzó en un esfuerzo contra él provocandole un corte en la espalda con la lanza. Damakos se volvió a mirarle a la cara y con el poder de su raza aumentó su golpe certero que le apuñaló en el estomago. Cayó desangrándose en el suelo y lo dejó ahí para que muriera mientras escalaba el muro de la casa para seguir su ruta. Esta vez cogió impulso donde se subió para poder saltar más lejos y no cayera de nuevo en medio. Llegó con el salto justo al borde del otro tejado y así fue pasando a otros dos edificios llegando justo al borde. Cuando le quedaba una calle más por saltar para llegar a su objetivo, dio un traspiés en el borde y no pudo mantener el equilibrio por lo que cayó al suelo. Más que al suelo cayó en cima del guardia al cual se sujetó con las piernas al cuello. Este se movía violentamente intentando quitárselo de encima pero no podía. El pícaro le clavó su espada en el esternón y viendo que no le producía ningún daño, cogió con sus manos el cuello de su víctima y se lo partió. Estando encima del cuerpo del soldado, el guardia de enfrente le clavó su lanza en el hombro izquierdo haciéndole una herida no muy grave. Damakos se quitó la punta de la lanza y atacó al guardia saltando a sus hombros para clavarle la espada en la cabeza por arriba. Después de conseguir su objetivo, le salió sangre por los oídos y los ojos. Para terminar el sufrimiento le cogió el cuello y también se lo partió. Ahora solo le quedaba pasar al siguiente edificio y allí pasar el muro. Volvió a subirse al tejado del edificio y al ver el panorama para pasar apuntó que solo tenía pocas oportunidades y sin que le capturaran los guardias que vigilaban la puerta de oro que estaba al lado izquierdo de su punto de vista.


Como en esa zona del edificio no había nada que pudiera una persona salir ni asomarse, estaba sin luz alguna. El problema que se enfrentaba en ese momento era saltar el muro que doblaba la altura de una casa. Bajo del tejado deduciendo que para llegar al borde era con un gran impulso desde el borde del tejado de la casa de dos pisos aparte de la planta baja. La herida que tenía en la espalda y en el hombro izquierdo iban a ser una molestia para lo que quería realizar. Desde la pared del edificio cogió carrerilla contra el muro para colocar en un salto el pie derecho e impulsarse de nuevo a la pared de la casa, que tendría que apoyar el pie izquierdo para volver a tomar velocidad hasta el muro. Así en varios saltos de un lado a otro con cada pie, llegó al borde con el pie izquierdo y golpeando también con el derecho el borde mientras levantaba el izquierdo cogió el último impulsó para intentar llegar a la parte superior del muro. Cuando saltó por última vez, colocó mal el pie derecho y sufrió un resbalón que le cambió la trayectoria del saltó. En vez de elevarse hasta el borde del muro, se pegó contra la pared y cayó al suelo sufriendo varias heridas por el golpe, se tocó la frente y la boca que es donde más le dolía y notó que estaba sangrando. Sintió dolores en el pecho y en sus manos también tenía heridas en las palmas que le sangraban. A esas alturas tendría que volver a descansar para que sanasen las heridas y regresar la noche siguiente. Pero en esa ocasión no tendría otra oportunidad de robar en el barrio noble. Se colocó de pie sin mucha dificultad e intentó probar con otra cosa. Engañar a uno de los guardias que vigilaban la puerta para que la abrieran. Se acercó hacia el que tenía más cerca y se descubrió ante él. Este iba a llamar a los guardias para que fueran contra el tiflin. Este le dijo que era un miembro de la nobleza que tuvo que ausentarse de la ciudad y que llegaba tarde al banquete de la boda. El soldado lo miró con sospecha y le dijo que para entrar era necesario la llave pero que ninguno de los dos la tenía pues para más seguridad solo la llevaría un soldado dispersado al azar por la ciudad. Damakos pensó que la búsqueda de la llave le llevaría toda la noche incluso si lo hacia entre la misma guardia, por otro lado si se colaba al otro lado habría más oportunidades de que no le capturaran pues tardarían en abrir la puerta. El soldado lo miró mejor, al notar la sangre y las heridas se percató que no era un noble. Además tampoco tenía ni carruaje ni escolta. Lanzó un grito al aire pidiendo refuerzos de que había uno de la clase pobre intentando pasar. Echó a correr de nuevo al edificio por donde saltó para subirse de nuevo al tejado. Desde arriba consiguió ver como más de cincuenta soldados se dirigían hacia la puerta al oír el grito. Ya solo le quedaba una opción para escapar de ellos y llegar al otro lado. Cogió la ballesta y con los virotes en la otra mano fue disparando a cierta distancia que le permitiese llegar de un salto e ir escalando el trozo que le quedaría. Tenía solo diez disparos para poder escalar. Los dos primeros virotes acertaron en la distancia adecuada a la que debería colgarse; los dos siguientes serían los que se sujetaría a continuación. Los dos siguientes falló el objetivo y cayeron al suelo donde por lo menos cien guardias rodeaban el edificio y la puerta intentando capturarle si caía. A una orden de uno de los generales pusieron las lanzas mirando para el cielo. Si caía en el salto o en la subida moriría sin remedio. Los cuatro disparos siguientes tuvo cuidado en dejar cierta distancia que pudiera lograr cogerlos y llegar a la cima sin problema. Cuando ya colocó los ocho, cogió impulso y se lanzó a los dos primeros que colocó. Por un momento pensó que las puntas de lanza que tenía debajo suyo le matarían. Fue escalando poco a poco hasta la parte de arriba. Cuando llegó a colocarse en los últimos dos virotes, notó como cedían a su peso al igual que los otros seis. Con un último impulso que sería de vida o muerte, logró sujetarse al borde justo cuando caían todos los proyectiles a los guardias. Se subió al borde con sangre y sudor. Ahora oía como pedían las llaves para entrar. Se levantó y evitó no caerse contra el suelo. Por sus anteriores visitas supo que debía hacer. La mansión que tenía enfrente tenía un balcón con una pequeña terraza que daba justo donde estaba él. No sabía que había al otro lado y no le importaba si conseguía robar algo de valor allí. No podía coger velocidad así que tenía que hacerlo solo con lo que le llegase de los pies. Pegó un saltó durante el cual hizo varias vueltas para conseguir acertar en el objetivo.


Con todo ello llegó hasta el suelo de la terraza, usando sus habilidad para forzar cerraduras consiguió abrir la ventana y entrar, por lo que parecía a la luz de la luna, la habitación del matrimonio que vivía allí. De todo lo que podía alcanzar ver, que era poco, no vio nada interesante. Tanteó por el suelo a los pies de la cama un baúl que estaba cerrado con llave. Para un ladrón como él, se dijo, no sería ninguna dificultad poder abrirlo. Con sus ganzúas logró hacer saltar el muelle del candado. Al levantar la tapa salió un vapor verdoso oscuro que se expandía por la habitación. Que necio había sido pensando que no habría ninguna trampa que se activase cuando no hubiera nadie en la casa. Salió de la habitación por al puerta al pasillo donde se encontraría con un largo corredor con numerosas puertas a ambos lados. Pero nada más cerrar la puerta de la habitación la poca luz que tenía despareció y tuvo que ir con cuidado y palpando por las puertas y paredes pensando en cual empezaría a robar. En uno de los lados de la pared notó una gran superficie lisa sin puerta alguna. Siguió caminando hasta encontrarla y al llegar la abrió. Cogió una de las antorchas apagadas que había en la pared y sacando pedernal y acero de uno de sus bolsillos la encendió. Cuando la colocó otra vez en su sitio todas las luces de la sala se encendieron. Dos grandes mesas a cada lado llenaban la estancia, en ellas había platos, cubiertos, copas y candelabros de plata. Las sillas eran de madera noble decoradas con elementos de la naturaleza. Al fondo presidiendo la sala se encontraba una mesa igual que las demás en cubiertos, vajilla, etc. salvo que eran de oro excluyendo las copas que eran de diamante. Las paredes las cubrían tapices representando batallas donde un grupo de elfos salían vencedores. Por lo menos con eso indicaba que la casa era de una familia elfica. Damakos no se lo pensó dos veces y fue directamente a la mesa principal. Allí con el saco que cogió de su guarida metió todos los cubiertos, copas, platos y un candelabro de oro para venderlos si salía de allí y conseguir dinero por ello. Cuando los metió se fijó que le quedaba para unas pocas más para meter. Salió de la sala sin olvidarse una antorcha para iluminar la casa. Bajó hasta la planta baja que durante su trayecto solo vio objetos, que para un noble de los que estaban más cerca del castillo eran miseria, no podría transportarlos dentro del saco. Pasando al lado de la puerta de entrada, oyó como decenas de guardias se movían por el exterior. Para escapar de allí y poder huir a otro objetivo tendría que provocar una gran distracción a los soldados. Con la antorcha en la mano y mirando los tapices solo le quedaba una opción, arriesgada, pero no podía hacer otra cosa. Empezó a quemar los tapices de la planta baja y fue subiendo las escaleras incendiando todo lo que encontraba a su paso. Lo que no planeó es que esos muebles ardían con rapidez incluyendo el decorado por lo que pronto se encontró en un mar de llamas que salía humo que pronto le asfixiaría. Corrió piso arriba hacia la habitación por donde entró. El fuego le ganaba terreno pues la casa al parecer tenía un conjuro que al detectar incendio las puertas de todas las habitaciones se iban sellando para provocar un vacío dentro de la casa para que al quemar todo el oxígeno que quedase se extinguiera. Las ventanas que daban a la calle igual. A medida que avanzaba por el corredor las puertas se cerraban antes de que el fuego pudiera incendiar algo de dentro. En el último intento de escapar se lanzó de un salto dentro de la habitación que se selló al medio minuto de pasar él. Ahí se levantó y corrió a la ventana, recordó entonces que en esa habitación había veneno. En su estado salir por el balcón era una caída segura al igual que posiblemente muriera.

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